lunes, 16 de agosto de 2010

LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA EN VIKTOR FRANKL


Viktor Frankl neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la Logoterapia, sobrevivió a varios campos de concentración entre 1942 a 1945,.incluidos Auschwitz y Dacha, y considera la necesidad, incluso en las circunstancias más adversas de encontrarle un sentido a la vida.

Frankl perdió a su esposa y a sus padres en los campos de concentración, y en circunstancias muy críticas logró sobrevivir; y posterior a ser liberado, se transformó en un destacado psiquiatra cuyo trabajo y experiencia de vida permitió ayudar a otras personas, a través de la técnica de la logoterapia y lo que denominó noogénesis, que significa la búsqueda del sentido de la vida. Posterior a su salida del campo de concentración, Frankl publicó varios libros, obtuvo un doctorado en filosofía y presidió la Sociedad Médica Austriaca de Psicoterapia. Uno de los aspectos fundamentales en la obra de Víctor Frankl es el énfasis en la búsqueda del sentido de la vida, que constituye una especie de fuerza primaria, que permite que el hombre alcance un fin que satisfaga su propia voluntad de sentido (Frankl; 2004: 121).

Viktor Frankl considera que existen tres caminos para lograr descubrir el sentido de la vida: Un primer camino se relaciona con la necesidad de adquisición de conciencia acerca de las responsabilidades personales e individuales de los seres humanos, y corresponderá al individuo decidir, si debe interpretar su existencia como una responsabilidad ante la sociedad o ante su propia conciencia (Frankl; 2004: 132); el segundo camino se produce a través del amor, debido a que nadie conoce la esencia de otro ser humano si no lo ama (Frankl; 2004: 134) y el tercer camino es a través del sufrimiento, que se presenta cuando el individuo se enfrenta con una situación límite o ineludible, como sucede durante una enfermedad terminal o incurable; y esa compleja situación le ofrece al individuo, la oportunidad de realizar el valor supremo de aceptar el sufrimiento.

El hombre tiene que elegir una única respuesta ante las diferentes circunstancias que la vida le presenta, y esa libertad de elección no debe entenderse como una arbitrariedad, sino que se relaciona con el sentido que le otorga cada individuo en concreto a la vida. El sentido de la vida se puede concretar en la realización de valores, que se definen como diferentes posibilidades de sentido y que depende de la decisión del hombre de realizar un valor determinado entre los diferentes valores que son posibles (Freire, 2002: 108).

Frankl se refiere al sentido como “logos” y la terapéutica fundamentada en la búsqueda del sentido de la vida la denomina Frankl como logoterapia, que plantea la existencia en el ser humano de tres dimensiones: a. dimensión física, b. dimensión psicológica, c. dimensión humana o noética. Frankl utilizará el término noético para referirse a la dimensión del hombre exclusivamente humana, donde el hombre estaría aprisionado en la dimensión física y condicionado en la dimensión psicológica, pero existiría la posibilidad de alcanzar su libertad en la dimensión “noética “.

La logoterapia representa el elemento fundamental del Sistema de Víctor Frankl, y es importante considerar la etimología de la palabra logos, y su vínculo con el proyecto psicoterapéutico de la logoterapia. Logos significa palabra que es un elemento fundamental en el método terapéutico de Víctor Frankl, debido a que es a través de ésta, que se inicia el diálogo entre el paciente y el terapeuta. Una segunda acepción es la búsqueda de sentido o propósito de la existencia humana, y un tercer sentido es el que hace referencia a lo espiritual, palabra difícil de definir desde una perspectiva unívoca debido a las connotaciones religiosas y teológicas que tiene la palabra y es la razón para que Víctor Frankl prefiera utilizar el término “noológico”, para evitar las confusiones que surgiría de vincular religiosidad con espiritualidad.

La dimensión noológica o espiritual constituiría la dimensión intima, específica, constitutiva y distintiva del ser humano; es decir la verdadera dimensión del existir humano, que se elevaría desde un plano somático – psíquico a una dimensión espiritual, e implicaría una nueva forma de aproximarse al ser humano, no desde una perspectiva cientificista, sino espiritual y existencial (Freire; 2002. 61 – 62).

El hombre para Víctor Frankl es una unidad psicopsíquica que no está aislada, sino que se encuentra vinculada con lo espiritual; es decir, la unidad de lo somático y lo psíquico, no constituye la integridad del hombre, sino se vincula con la dimensión espiritual, y es necesario para Frankl, enfatizar en esta dimensión, debido a que permitiría superar muchos de los males que le aquejan, que no se lograría si se enfatiza exclusivamente en el cuerpo físico o a la psique.

Frankl es partidario de una ontología dimensional que permita al hombre restaurar y armonizar las tres dimensiones en la unidad, y que se fundamentaría en la tridimensionalidad ontológica para explicar la estructura psicológica y la conducta humana, caracterizada porque lo espiritual configuraría la dimensión que distingue al hombre de los demás seres vivos y que constituiría el núcleo fundamental de sus actos y de su existir, que se relacionaría con aspectos esenciales del ser humano tales como la intencionalidad, que implicaría la posibilidad de vincularse y orientarse hacia otra persona a través de la capacidad de amar , que implicaría la aceptación del “otro”, desde una vertiente positiva (Freire, 2002: 81 – 82) .

La dimensión espiritual sería fundamental en la búsqueda del sentido de la vida en el ser humano; sin embargo, uno de los serios problemas del hombre contemporáneo para Viktor Frankl, sería la existencia de un profundo vacío en su interior, que se manifiesta en el tedio o aburrimiento (Frankl; 2004: 129). Frankl habla de la existencia de un imperativo categórico de la logoterapia que dice: “obra así, como si viviera por segunda vez y la primera vez lo hubiera hecho de una manera desacertada ” (Frankl; 2004: 131)

Víctor Frankl señala que la pérdida del sentido de la vida, y la frustración que surge como consecuencia de esta frustración, es causa de afecciones psíquicas. El hombre que padece de frustración existencial, desconoce como llenar ese vacío existencial y se siente sin apoyo (Frankl; 1965: 50)

El vacío interior que surge de la frustración existencial, puede llegar al extremo en algunas personas de considerar al suicidio como salida a esa situación, sin embargo esa frustración, también se puede manifestar como un exceso de actividad o un interés excesivo por el dinero que Frankl denomina voluntad de dinero (Frankl; 1965: 56); y en estas situaciones el vacío existencial se puede manifestar además por un interés exagerado por la bebida, drogas o el juego. El ritmo acelerado de la vida es para Frankl: “ sólo un intento, vano por desgracia, de autocuración de la frustración existencial, pues cuanto menos sabe el hombre de una meta para su vida , tanto más acelera el paso en su andar por los caminos de la vida” (Frankl; 1965: 58).

Cuando en el individuo persisten complejos conflictos existenciales relacionados con la perdida del sentido de la vida, aparecen la neurosis noógenas, que provendrían de la dimensión noética, término que utiliza Frankl en oposición a la neurosis en el sentido estricto de la palabra, y que hace referencia a elementos que se encuentran en la dimensión espiritual de la existencia humana. Las causas fundamentales de las neurosis noógenas se relacionarían con: la preocupación y la desesperación existencial, que se traducen en angustia, y es fundamental para Frankl, reflexionar acerca de las causas que configuran y conforman esa crisis existencial (Frankl; 2004. 124).

El hombre para Viktor Frankl requiere encontrar un sentido a su propia vida y a su existencia; y es fundamental responder a todas las situaciones que la vida plantea a la especie humana, y es en la búsqueda de este sentido, que los seres humanos deben asumir la responsabilidad personal y las acciones de la existencia concreta (Freire; 2002:104).

En la existencia de los seres humanos, se presentan diversas situaciones y circunstancias; y el hombre actuaría en función de sus valores, que incluyen según Víctor Frankl : valores de creación, que son las acciones del ser humano, caracterizadas porque el individuo otorga al mundo algo de sí mismo, y transmite a su entorno parte su propio ser y de su actuar; valores de vivencia que se refieren a la posibilidad de recibir los dones que otorga la existencia, tales como: la contemplación de la naturaleza, el arte, o la cultura; y los valores de actitud, que implicaría la facultad de los seres humanos de aceptar un destino adverso .

En una sociedad que enfatiza en lo fáctico, sucede que muchas veces los " valores de vivencia”, a los que se refiere Frankl, son desconocidos e ignorados, y por el contrario se promueve el individualismo, la competitividad y el éxito económico. También el hombre en determinadas circunstancias, sentirá y experimentará la influencia de su destino adverso; sin embargo, en función de los valores de actitud anteriormente mencionados, tendrá la posibilidad de superar las situaciones que la misma existencia plantea.

La ontología dimensional existencial de Viktor Frankl, también establece una vinculación con la temporalidad y específicamente con el segmento de tiempo que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte, que son dos de los sucesos fundamentales de la vida de los seres humanos, y dentro de esa temporalidad limitada en los extremos por esos dos sucesos: el nacimiento y la muerte; el hombre debe procurar trascender la existencia y buscarle un sentido.

La vida implicaría un constante fluir de instantes, y el tiempo presente representaría para Frankl el único tiempo existencial, debido a que en el tiempo presente pueden los seres humanos ejercer la responsabilidad de tomar sus propias decisiones y expresar su libertad. El pasado formaría parte de la historia personal de cada individuo y el futuro simplemente sería incierto, y es en el presente cuando el hombre podría ejecutar una determinada acción y hacerse responsable por las mismas, y esa acción responsable en un tiempo presente permitiría al ser humano modificar el sentido del pasado y modelar el sentido del futuro (Freire, 2002: 127); es decir aunque el pasado permanecería inalterable, el sentido que adquiere puede modificarse desde el presente , y en esas circunstancias surgen el arrepentimiento y la posibilidad de cambio, que permitiría otorgarle un nuevo sentido, y a pesar de la incertidumbre del futuro, estaría indefiniblemente vinculado con el presente , debido a que las decisiones o acciones influirían las posibilidades de realización en un tiempo futuro.

El presente representaría el único tiempo que tiene el ser humano para ejercer su responsabilidad ante la existencia; sin embargo, a través del pasado reflexionaría acerca de las experiencias, las frustraciones, éxitos, alegrías y desencantos; es decir, el pasado no estaría simplemente constituido por recuerdos de experiencias pasadas, sino que le permitiría al hombre aprender y adquirir una experiencia de un gran valor en el tiempo presente.

El futuro también estaría estrechamente vinculado al presente, debido a que reforzaría la intencionalidad de la acción del ser humano para actuar en el mundo, interaccionar con otros seres y enfrentar las circunstancias del destino; y se relacionaría con el tiempo futuro a través de la esperanza , e implicaría además la acción responsable de los seres humanos no sólo en un tiempo presente, sino en un tiempo futuro que le conferiría a la existencia una dimensión de esperanza y optimismo, que dependerá de la responsabilidad del sujeto en la realización de valores, que sólo finalizarán cuando desaparezcan las oportunidades de futuro, que sólo ocurre con la muerte.

Las decisiones en el tiempo presente, se vincularían con la realización de valores en el tiempo futuro, y para Viktor Frankl, el presente constituiría el único tiempo existencial, debido a que permitiría superar los errores pasados y enrumbar al futuro, a través de un reforzamiento de la intencionalidad en el presente para lograr lo que se espera de la existencia.

Uno de los dilemas de la búsqueda del sentido de la vida, es la dificultad para objetivar ese sentido, debido a que no existe un sentido de la vida único o universal, sino que cada individuo debe esforzarse por buscar su propio sentido de la vida debido a que como señala Frankl: “Este sentido es único y específico, en cuanto es uno mismo y uno sólo quien ha de encontrarlo” (Frankl; 1004: 121).

La búsqueda del sentido para Frankl, más que un derecho inalienable del hombre, es la esencia misma de su humanidad, y esta búsqueda del sentido, implica el hecho de considerar al hombre como un sistema abierto, con infinitas posibilidades; sin embargo, es fundamental como lo señala Frankl, que el individuo adquiera conciencia acerca de sus responsabilidades ante la sociedad y ante su propia persona (Frankl; 2004: 121).

La logoterapia según Frankl, tendrá como finalidad que el individuo comprenda el amplio espectro de valor y contenido en su horizonte existencial y el sentido de la vida debe buscarse en la relación del individuo con el mundo que lo rodea; es decir, en el sentido concreto de la existencia y no necesariamente dentro de la propia psique, debido a que funcionaría como un sistema cerrado, y es necesario que la dimensión física, la dimensión psíquica y la dimensión noética estén integradas, interrelacionadas y vinculadas (Frankl; 2004: 132).

El objetivo de la Logoterapia estaría dirigido a recuperar el sentido de la vida; sin embargo, es necesario lo que Frankl denomina análisis existencial, que implica una explicación de la existencia concreta y que se realiza o logra a través de la biografía del sujeto, que tendría como finalidad que recupere el sentido de su propia vida, que no necesariamente implica sentir placer o alegría, sino que sea capaz de desarrollar los valores de actitud, que permitiría al ser humano tener la capacidad de enfrentarse a todas las situaciones adversas, incluyendo el sufrimiento o el dolor (Frankl; 1965: 69).

Desde esta perspectiva Viktor Frankl descompone al hombre (Homo Sapiens) en: “Homo Faber” que es el que consume su existencia por medio de la actividad creadora, en “Homo Amans” que es el hombre capaz de enriquecer su vida por medio de sus vivencias emocionales y finalmente el “ Homo Patients” que es capaz de lograr plenitud en su vida, incluso en circunstancias adversas : tales como la falta de éxito o el sufrimiento; es decir, la posición de Viktor Frankl se traduce en un trascender de la pasividad del hombre, ante estas circunstancias y la posibilidad de realizar los valores de actitud, que implica un sentido activo de obrar, incluso durante el sufrimiento (Frankl; 1965: 73)

La búsqueda del sentido de la vida para Frankl, se relacionaría con la “ autotrascendencia de la existencia”, más que con la “autorrealización”, debido a que esta última no puede situarse como meta, porque no se puede considerar al mundo como una simple expresión de uno mismo, como instrumento, o como medio para conseguir la autorrealización, debido a que en estas circunstancias existiría el riesgo de la transformación de la “visión del mundo”, en un simple medio para satisfacer deseos .

Es fundamental enfatizar en el sentido humano que implica reconocer la presencia y existencia del otro, debido a que ser hombre implica dirigirse hacia el prójimo, hacia alguien distinto de uno mismo (Frankl; 2004: 132). Si el ser humano se contentase con satisfacerse a sí mismo, sin asumir sus responsabilidades y expresar sus potencialidades en el mundo que lo rodea, terminará siendo víctima del vacío existencial; es fundamental para Frankl, que el ser humano esté preparado y tenga la disposición de entregarse al prójimo, a un “ otro” o a un ser que se “ama”.

El sentido de la vida y la felicidad no se adquirirá por medios artificiales, debido a que pudiese tener un efecto en la dimensión física o psicológica, pero no en la dimensión noética o existencial, e incluso su efecto puede ser contraproducente, al no existir en el mundo real, motivos para alcanzar su felicidad.

En el sufrimiento también existe la oportunidad de encontrarle un sentido a la vida, como le sucedió al mismo Frankl, al estar privado de su libertad en los campos de concentración y: “Al aceptar el desafío de sufrir con entereza, la vida mantiene y la conserva hasta el final” (Frankl; 2004: 136).

En la búsqueda del sentido de la vida, también la religión y la espiritualidad desempeñan un papel muy importante, debido a que la realidad interpretada en su totalidad comprende no sólo una dimensión humana, sino también sobrehumana. La religión se traduce en una experiencia mística y personal, de los profetas y demás místicos que transmitieron esa experiencia a los discípulos, y para que esa experiencia pudiese ser transmitida a las siguientes generaciones, fue necesario la preservación de esa experiencia en un cuerpo doctrinario; sin embargo, el hombre comenzó a cuestionar esa experiencia y a considerarla como un conjunto de proposiciones intelectuales susceptibles de ser juzgadas, por ser contrarias a su propia experiencia de vida.

Viktor Frankl plantea que esa dimensión sobrehumana, que siempre fue considerada como potestad de las diferentes religiones, también debe convertirse en la actividad de todo ser humano. Es importante señalar que estas experiencias trascendentales, que permiten al hombre percibir y participar de esa dimensión sobrehumana, de una manera similar a los místicos religiosos, en nuestra sociedad suelen ser reprimidas debido a que son consideradas como señal de locura o inestabilidad mental; sin embargo esas experiencias cumbre como las denominaba Abraham Maslow, pueden transformar a la personas, descubrir nuevas posibilidades, y otorgarle un nuevo sentido a la vida.

Frankl plantea la existencia de una espiritualidad inconsciente en el sentido de un estado inconsciente de relación con lo divino, que aparece como una relación a lo trascendental que es inmanente al mismo hombre (Frankl; 1999: 66).

“Hay siempre en nosotros una tendencia inconsciente hacia Dios, es decir, una relación inconsciente pero intencional a Dios. Y precisamente por ello hablamos de la presencia ignorada de Dios” (Frankl; 1999: 66).

“ Y si llegamos a hablar de “ Dios inconsciente”, no quiere decir que Dios en sí mismo y por sí mismo sea inconsciente, más bien significa que Dios a veces nos es inconsciente, que nuestra relación con él puede ser inconsciente, es decir , reprimida y por tanto oculta para nosotros mismo” ( Frankl; 1999: 67) .

Frankl al referirse a la religiosidad inconsciente, a diferencia de Jung que la relaciona con arquetipos y a elementos del inconsciente colectivo o arcaico, Frankl considera que esta religiosidad emerge del centro del hombre, de la persona misma y adquiere la seguridad de la existencia de un orden en el universo. La dimensión sobrehumana dependería de la conciencia de cada individuo, y a diferencia de la realidad humana, no podría ser investigada y comprendida por la ciencia, debido a que según Frankl conformaría una realidad que es inaccesible al entendimiento humano.

La relación del hombre con lo divino es ineludible para Frankl y al individuo le corresponde tomar conciencia de esta relación desde su propia comprensión y ni siquiera el “otro”, puede abolir esta relación; debido a que para Frankl, el hombre, incluso el “otro” presupone la existencia de una dimensión superior y lo que la mayoría de los “otros” rechazan, no es la existencia de una dimensión sobrehumana, sino las ideas tradicionales de Dios (Fabry; 1977: 244).

El hombre irreligioso según Frankl considera a la conciencia como la última instancia ante la cual ha de sentirse responsable, y siempre exigiría una prueba de la experiencia religiosa; sin embargo esa prueba sólo podría suministrarla una experiencia que escapa a toda argumentación lógica (Fabry; 1977: 244). Frankl al referirse a la religión del hombre señala un símil o comparación con el lenguaje, que se caracteriza por ser una combinación de elementos universales y personales; que implica la posibilidad de una comunicación con lo divino desde su propia perspectiva personal, sin dejar de utilizar los símbolos comunes de la religión, la cual se transformaría en auténtica según Frankl cuando el hombre no fuese de algún modo impulsado a la religión, sino que fuese el resultado de su propia decisión ( Frankl; 1999: 79).

La verdadera religión como expresión de la existencia humana debe surgir del hombre mismo, de una manera espontánea y jamás el hombre debe ser obligado, debido a que toda manipulación estaría condenada al fracaso.

La logoterapia como método propugnado por Frankl ayudaría a iluminar el camino que conduce hacia la búsqueda del sentido de la vida, e implicaría que el hombre, aunque fuese un ser limitado por el tiempo, dentro de esos límites es dueño de su libertad, y del uso que haga, dependerá que su existencia sea plena o por el contrario, exista la posibilidad de la pérdida de todo su sentido.

Bibliografía.


Fabry, Joseph B.(1977). La búsqueda de significado. México: Fondo de Cultura Económica.

Freire, José Benigno. (2002). Acerca del hombre en Viktor Frankl. Barcelona: Editorial Herder.

Frankl, Víctor E. (1999) . La presencia ignorada de Dios. Barcelona: Editorial Herder.

Frankl, Viktor. (2004). El hombre en búsqueda del sentido de la vida. Barcelona: Editorial Herder.

domingo, 15 de agosto de 2010

Jean Paul Sartre y la crisis de la felicidad


Jean Paul Sartre filósofo francés es uno de los exponentes más importantes del existencialismo que es una teoría que afirma la primacía o la prioridad de la existencia (Foulquié; 1973:7) .


El existencialismo comienza según Foulquié con el asombro de existir y surge la pregunta: ¿Que es la existencia?. La existencia no es un estado, sino un acto, que incluye el paso de la posibilidad a la realidad .

El hombre tiene la posibilidad en su proyecto de vida de elegir su esencia, y una tesis fundamental del existencialismo es que la existencia precede a la esencia, debido a que en la naturaleza todos los seres vivos están predeterminados; sin embargo, el hombre como proyecto a futuro, tiene la posibilidad de elegir entre muchas posibilidades; a pesar, de la limitación de la elección por factores tales como: el lugar donde se nace, situación económica de la familia, entorno cultural; condiciones no se eligen, pero el ser humano está en su derecho de aceptarlas o rebelarse ante ellas.

La realidad del ser humano es movimiento y cambio, con la posibilidad de asumir una esencia, un poder ser, que no está predeterminado o establecido, sino que el ser humano tiene que lograrlo en el devenir. Desde el momento cuando se nace, se asume un compromiso, consigo mismo y con los demás, y ese compromiso se traduce en angustia.

El hombre es responsable en su devenir, y tiene la posibilidad en el tiempo de construirlo; sin embargo, existen unos límites o factores, que son extraños y que no dependen del propio individuo; sin embargo, el hombre libre es el que asume una determinada actitud con respecto a estos factores .

En el existencialismo al referirse al sentido de la vida surge una situación aparentemente contradictoria, caracterizada porque las funciones básicas de la vida tales como: comer, beber, dormir o comer, se traducen en un intento por mantener con vida a un organismo, que estará en el futuro condenado a su destrucción.

Sartre considera que la existencia precede a la esencia; es decir, se realizará en el tiempo, como proyecto que puede o no consolidarse. El hombre es un proyecto; sin embargo la posibilidad de consolidarse o no ese proyecto, se traduce en: “angustia” ante el porvenir que implica el reconocimiento de una posibilidad.

Sartre se refiere como “ ser para sí” al ser que tiene un proyecto originario. El hombre en su proyecto se hace a sí mismo, crea su propia esencia y asume su responsabilidad ante su propia existencia. El hombre se encuentra arraigado en el mundo, y no puede permanecer como un ser abandonado y vacío, sino por el contrario, es necesario que se encuentre comprometido con un mundo del que es enteramente responsable (Sartre; 1981:677).

El hombre al ser arrojado al mundo, está condenado a ser libre, debido a que es responsable de todo lo que hace. El hombre se siente extraño en su propio mundo, es decir alienado o como una especie de extranjero, que se traduce en desesperación, tedio, pesar, con una angustia existencial, como consecuencia de la angustia de su existencia y la posibilidad de su muerte.

La muerte considerada como el fin de la nada, se interioriza y humaniza, y como tal influye en la vida entera. La muerte es azar debido a que pueden aparecer en cualquier período de la vida y es por eso la angustia que produce la muerte; el hombre sería, quien le otorga sentido a su propia vida y existir implicaría crear su propia existencia.

Sartre señala en “ El existencialismo es un humanismo”, que el hombre es el único ser vivo que no sólo es tal como se concibe ,sino tal como es se quiere, y se concibe después de este impulso hacia la existencia.(Sartre ; 1985: 16)

El hombre empieza por existir, se proyecta hacia el porvenir y existe una elección que es expresión de su voluntad, y un proyecto de vida que se traduce en angustia, debido a que no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad (Sartre; 1985: 18).

Otras fuentes de angustia para Sartre es “el otro”, y plantea la posibilidad del surgimiento de la angustia cuando nos vinculamos con las demás personas, debido a que existe la posibilidad de coartar nuestra autonomía y libertad; es decir, las relaciones sociales serían para Sartre fuentes de conflicto y de preocupación.

La relación con el “otro”, serían conflictivas debido a que representan obstáculos para la expresión de la libertad del individuo, y el otro representaría una especie de amenaza, debido a que se aproximan a nosotros como si se tratase de objetos o cosas. Se cosifica al otro por su aspecto, su físico, su forma de vestir, porque no se tiene la posibilidad de aproximarse a su interioridad, y las relaciones equilibradas y armónicas, serían la excepción más que la regla.

Sartre considera que sólo hay realidad en la acción, y el hombre existe en la medida de su realización en el tiempo, debido a que el hombre no es nada más que su proyecto. Sartre considera que el hombre es lo que se hace y está en la responsabilidad de comprometerse en su proyecto de vida.

“Los proyectos pueden ser diversos, por lo menos, ninguno puede permanecer extraño, porque todos presentan en común una tentativa para franquear esos límites o para ampliarlos, o para negarlos o para acomodarse a ellos” (Sartre; 1985: 33).

Bibliografía

Faulquié, Paul . (1973). El existencialismo. Ediciones Oikos – tau .

Sartre, Jean Paul . (1985). El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires: Ediciones del 80.









miércoles, 4 de agosto de 2010

CONOCIMIENTO Y FELICIDAD EN BARUCH SPINOZA.

Baruch Spinoza nació en el año de 1632 en el barrio judío de Ámsterdam, en el seno de una familia hebrea de origen portugués; fue excomulgado y expulsado de la sinagoga en el año de 1656, y gran parte de su obra apareció póstumamente y entre las más importantes destacan: Primera y Segunda Parte de los Principios de la Filosofía de René Descartes (1663), Tratado de la Reforma del Entendimiento; la Ética que es una obra compleja que comprende : metafísica, antropología y teoría del conocimiento ( 1661 – 1675); y el Tratado Político ( 1675 – 1677).


Spinoza considerará la existencia de diferentes grados o géneros de conocimiento:

“Llamaré por consecuencia ambos modos de considerar conocimiento del primer género, opinión o imaginación”. En fin, de que tenemos nociones comunes o ideas adecuadas de las propiedades de las cosas. Llamaré a este modo razón y conocimiento del segundo género. Además de estos dos géneros de conocimiento, hay aún un tercero, como demostraré más adelante, que llamaré ciencia intuitiva”. (E, II, XL, Esc).

En el conocimiento del primer género, incluirá Spinoza a todas las ideas consideradas como confusas e inadecuadas, y una de las características de este conocimiento es que será origen y causa de la falsedad.

“El conocimiento dicho en el escolio anterior que pertenecen al conocimiento del primer género todas las ideas que son inadecuadas y confusas y por consecuencia, este conocimiento, es la única causa de la falsedad” (E, II, XLI, Dem).

El conocimiento del primer género, a pesar de ser considerado por Spinoza como causa de falsedad no necesariamente es inútil, debido a que pertenece casi toda la información relativa a la vida cotidiana; sin embargo, también se considera como fundamental para los siguientes niveles de conocimiento.

El segundo nivel de conocimiento es el que corresponde al esfuerzo que surge de la razón por organizar el conocimiento; sin embargo, a pesar que es un conocimiento jerárquicamente superior con relación al primero, no permitirá conocer la esencia de las cosas. A pesar que no se aproxima a la perfección del tercer grado de conocimiento, tiene carácter de verdad, y hace referencia a un método que permitirá alcanzar al ser humano el tercer nivel del conocimiento.

En el segundo nivel o grado de conocimiento se aplicaran reglas universales a un caso o situación particular, y que podrían surgir de alguna forma de innatismo o bien en una intuición previa.

“Pertenece a la naturaleza de la razón considerar las cosas, no como contingentes, sino como necesarias” (E, II, XLIV, pr).

Es un conocimiento esencialmente demostrativo que implica la aplicación de una noción o regla a la cosa singular.

El tercer grado de conocimiento será denominado por Spinoza como ciencia intuitiva, y del cual procederá la idea adecuada de la esencia formal de ciertos atributos de dios (E, II, XL, Esc).

Este tercer grado de conocimiento tendrá su fundamento en el conocimiento de Dios, y cuanto más se entiende y conoce a Dios, mejor se conocen las cosas singulares, pero también a la inversa,

“Cuanto más conocemos las cosas singulares, más conocemos a Dios”• (E, 5, XXIV, Pr).

Este tercer grado de conocimiento como lo señala Spinoza en la proposición XXVII permitirá la más alta perfección humana y el gozo más elevado.

“Del tercer género de conocimiento nace el contento más elevado que el alma pueda tener” (E, V, XVII, Dem).

La conducta de los seres humanos según Spinoza, debería guiarse por los grados superiores del conocer, y especialmente por el tercer grado de conocimiento o intuitivo, que le permitirá dominar a las pasiones y alcanzar la armonía y la tranquilidad; es necesario para Spinoza obrar según la virtud que es obrar de acuerdo a la razón. Una de las características de la filosofía de Espinosa a diferencia de muchas otras corrientes filosóficas es que una reflexión acera de la vida y no una meditación acerca de la muerte.

Obrar según la razón para Spinoza implicaría obrar, vivir y conservar nuestro ser bajo el gobierno de la razón, que no se origina en el primer grado de conocimiento, sino en el segundo y tercer grado de conocimiento.

“Obrar absolutamente por virtud no es otra cosa que obrar por las leyes de la propia naturaleza. Pero somos activos en tanto solamente que conocemos; por consiguiente, obrar por virtud no es otra cosa en nosotros más que obrar, vivir y conservar nuestro ser bajo el gobierno de la razón” ( E; IV, XXIV, Dem) .

Unas de las características de la filosofía de Spinoza en su interés por dirigir al hombre en el camino de la felicidad, y es una meta que puede ser alcanzada a pesar de los tropiezos que pudiesen surgir en ese camino para alcanzarla, y que vinculará en ese trayecto a la metafísica, la epistemología y la antropología, debido a que la metafísica permitirá aproximar al hombre al significado ontológico de la felicidad, la epistemología, permitirá comprender el proceso necesario para alcanzar la felicidad y por último la antropología comprender al felicidad como una vivencia humana.

En la proposición XLII Spinoza señalará lo siguiente:

“la beatitud no es el premio de la virtud, sino la virtud misma, y esa satisfacción no se obtiene por la reducción de los apetitos sensuales, sino que, por el contrario, ella es la que hace posible la reducción de los apetitos sensuales” (Ética, V. XLII, Pr).

La felicidad surgiría cuando el hombre adquiere el tercer grado de conocimiento, y se aproxima al amor divino, que le permitiría adquirir un mayor poder sobre las otras afecciones, que son causa de sufrimiento.

“Del tercer género de conocimiento nace el contento más elevado que el alma puede tener” (Ética, V, XXVII, Pr).

La suprema virtud es para Spinoza el conocimiento con el tercer grado de conocimiento, y esta virtud será mayor cuanto más se conoce con el tercer género de conocimiento, y cuanto más se enfatice en el tercer género de conocimiento, el ser humano será más consciente de sí mismo y de Dios; es decir se aproximará más a la perfección y a la felicidad.

“Cuanto más alto se eleva uno en ese género de conocimiento más conciencia tiene de sí mismo y de Dios, es decir, es más perfecto y posee la beatitud” (Ética, V, XXXI, sch).

La felicidad se alcanza cuando el hombre adquiere la intuición intelectual y amorosa de lo divino, y adquiere la tranquilidad del espíritu y comienza a experimentar la vivencia de la felicidad, debido a que en este estado es cuando menos se padece como consecuencia de las pasiones y se pierde el temor a la muerte.

“Cuando más cosas conoce el alma con el segundo y tercer género de conocimientos menos padece a causa de las afecciones que son malas y menos le teme la muerte” (Ética, V, XXXVII).

La felicidad es entendida por Spinoza como una pasión caracterizada por el paso a una perfección más grande, y la tristeza a una perfección menor. Spinoza se refiere a las pasiones como afecciones que conforman un estado determinado que implica un estado del cuerpo y espíritu, que implica una mayor o menor perfección, y de un estado a otro se producen cambios, y a estas variaciones continuas de perfección se le llama afectos o sentimientos ( Deleuze; 2001: 62).

“ Entiendo por afecciones, las afecciones del cuerpo por medio de las cuales se acrecienta o disminuye, es secundada o reducida, la potencia de obrar de dicho cuerpo, y a la vez las ideas de esas afecciones ” ( Ética, III, def. 3).

El cuerpo humano según Spinoza podría ser afectado de diferentes maneras que acrecienten o disminuyan su potencia de obrar; es decir las afecciones implicarían un proceso de cambio de un estado a otro, de menor a mayor perfección o viceversa. Spinoza sólo reconocería tres afecciones primarías que incluirían: deseo, alegría y tristeza.

“No reconozco afección alguna primitiva fuera de estas tres (deseo, alegría y tristeza) “(Ética; III, XI, Esc).

La alegría sería un estado caracterizado por un estado cuya potencia de vida se incrementa y la tristeza cuando esa potencia de vida se encuentra disminuida, y ambas pueden ser condicionadas por las influencia de otros seres o causas exteriores.

Es importante señalar que las afecciones pueden tener una causa exterior, y cuando está presente la alegría se transforma en amor, y en el caso de la tristeza o afección relacionada con una menor perfección se transformaría en odio.

El amor sería para Spinoza: “un gozo que acompaña la idea de una causa exterior, el odio es sólo una tristeza que acompaña la idea de una causa exterior” (Ética; III, XIII, Esc).

Existiría una tendencia en esforzarse a conservar el objeto del amor y en el que odia por alejar a la cosa odiada, y entre ambos extremos amor y odio, pueden existir estados que son expresión de incertidumbre o de dudas afectivas.

Spinoza plantearían con muchos años de anticipación lo señalado posteriormente por Freud, acerca de la relación entre Eros y Tánatos, y como los afectos se pueden desplazar entre los extremos; es decir entre el amor y odio; además de la aparición de un tercero como la envidia, que vinculada con el amor producen los celos.

“ Si alguno imagina que otro se une a la cosa amada por medio del mismo lazo de amistad , o de otro más estrecho que el lazo por el cual la poseía él solo, será afectado de odio hacia la cosa amada y sentirá envidia del otro” ( Ética; III, XXXV, Pr) .



Bibliografía.

Deleuze, Gilles. (2001). Spinoza: Filosofía práctica. Barcelona: ediciones Fábula

Spinoza. (1998). Ética. Tratado teológico político. México: Editorial Porrúa.

martes, 3 de agosto de 2010

ERICH FROMM Y EL HOMBRE ENAJENADO DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA.

Erich Fromm filósofo nacido en el año 1900 en Frankfurt, Alemania planteaba que la salud del hombre contemporáneo está estrechamente vinculada con la salud mental de la sociedad; sin embargo, una contradicción que plantea Erich Fromm es que ésta se refiere a la adaptación: “a las formas de vida de una sociedad determinada, sin importar si la sociedad esta cuerda o loca” (Fromm; 1994: 19).


Una de las preguntas que se hace Fromm es: ¿Qué es normal? ¿Qué es anormal?, y generalmente se da por entendido que: a. Toda sociedad es normal y b. enfermo mental es el que se desvía de las normas y patrones conductuales establecidos por la sociedad, y muchos rasgos o conductas que se consideran como normales o comunes, no son universales y están generalmente limitadas geográfica, social o culturalmente.

El hombre de la sociedad moderna a diferencia de lo sucedido en épocas pretéritas como la edad media, logró desvincularse de grupos humanos con tendencia a un orden social y cultural estático, con muy poca posibilidad de cambio como fue la sociedad feudal. El hombre de la sociedad contemporánea se liberó de rígidos y estrechos lazos, y proclamó su libertad; sin embargo, surge la pregunta si es verdaderamente es libre o como plantea Fromm o todavía: “se aferra como sucedáneos a la sociedad, a las convenciones, al qué dirán y a toda clase de asociaciones” (Fromm; 1994: 25)

Una de las características de la sociedad medieval que señala Erich Fromm es la ausencia de libertad individual, como consecuencia de estar el hombre encadenado a una determinada función dentro del orden social (Fromm; 1991: 58). Existían muy pocas posibilidades de movilidad social e incluso de trasladarse de una ciudad o de un país a otro.

“Frecuentemente no poseía ni la libertad de cómo quería, ni de comer lo que le gustaba” (Fromm; 1991: 58).

El orden social era concebido como natural e inherente al ser humano, con muy poca posibilidad de cambio social. Una de las características que señala Erich Fromm de la Edad Media era la ausencia de una conciencia del propio individuo; es decir: “no se había desarrollado todavía la conciencia del propio yo individual, del yo ajeno y del mundo como entidades separadas” (Fromm; 1991: 60).

El renacimiento significó la posibilidad de converger desde un orden social rígido y una de las causas se relacionó con la pérdida de importancia de la estratificación social y que fue uno de los factores más importantes que significaron la emergencia del individuo en el sentido moderno.

Fromm considera al renacimiento como un período que representa el comienzo del individualismo moderno y la emergencia del hombre de la existencia preindividualista hacia aquella donde alcanzó una conciencia plena de sí mismo, como una entidad separada (Fromm; 1991: 66).

El hombre moderno se logró liberar de los lazos que lo vinculaban a un orden rígido; sin embargo, a pesar de superar muchos de estos vínculos, se convirtió según Fromm en una especie de autómata que se aliena a las convenciones de la sociedad. El hombre de la sociedad contemporánea está sometido y padece un gran número de enfermedades , muchas características de la sociedad moderna tales como: infartos o accidentes cerebrovasculares, y enfermedades sociales como: el alcoholismo y el consumo de drogas; sin embargo, una de las peores dolencias de nuestra sociedad para Erich Fromm es el fastidio, que es un conflicto vital que surge como consecuencia de una pérdida del sentido de la vida, situación que se traduce en un estado de ánimo, donde sólo se es capaz de ser feliz en pocos momentos de la vida (Fromm; 1994: 51). Esta pérdida del sentido de la vida, esa sensación de estar muerto aunque el cuerpo este vivo, Fromm lo relaciona con la depresión, que es diferente de la tristeza, porque para Fromm la depresión es la incapacidad para sentir tanto alegría como dolor (Fromm, 1994: 52). Es decir existirían dos extremos, un extremo que corresponde a la felicidad que se manifiesta como una vida intensa y en el otro extremo la falta del sentimiento o pérdida del sentido de la vida (Fromm; 1994. 52).

Esta pérdida del sentido de la vida no sólo es expresión de una disposición individual, sino que se manifiesta en la aproximación del individuo hacia el “otro”, quien es experimentado como si fuese un “objeto” o “cosa”, desprovisto de cualquier significación emocional y que se hace manifiesto en el lenguaje. El vacío que experimentan los seres humanos también se expresa en el lenguaje donde como señala Fromm: “Se intercambian palabras con cierto embarazo, para ocultar el vacío que hay en su comunicación y el hecho de que no sienten estímulo. Después de la charla, no notan haber compartido nada” (Fromm; 1994: 66).

La comunicación entre los seres humanos está cosificada, desprovista de significación emocional, donde se ha perdido el contacto con la realidad fundamental de la existencia humana:

“No estamos en contacto con nuestros sentimientos, con lo que es en realidad nuestro sentimiento, con nuestra dicha o desdicha, el miedo y la duda, con nada de lo que ocurre en el interior del hombre. No estamos en contacto con nuestros semejantes ni con la naturaleza” (Fromm; 1994. 67).

Ese vacío sentimental y humano que experimentan los seres humanos degenera en la sensiblería donde los individuos experimentan alguna reacción emocional ante una película o una novela; sin embargo, ante la pobreza, violencia, abandono, no experimentan ninguna reacción; es como si fuesen participantes de un mundo ajeno, aséptico, estéril, donde existe temor o miedo de experimentar alguna emoción ante la tragedia ajena.

Es necesario para Fromm, para lograr una sociedad mental y psíquicamente sana, que sus integrantes experimentan sus emociones en sus relaciones cotidianas y donde el “otro”, no sea percibido como un objeto o cosa, sino como un “ser vivo” relacionado y comprometido con el mundo que lo rodea donde el sujeto se experimenta también en el otro o como señala Fromm:

“Yo soy yo y soy el otro. Yo me hago uno con el objeto de mi interés, sintiéndome a la vez como sujeto” (Fromm; 1994: 71).

La cosificación y la enajenación del hombre contemporáneo, también se expresa en el amor donde hombres y mujeres son considerados como simples objetos sexuales para satisfacer simplemente el instinto sexual.

El hombre para Fromm (1996) se enfrenta a las condiciones y contradicciones de la existencia humana que incluyen algunos aspectos tales como:

a. El hombre tiene que estar relacionado con otros y si no se vincula con el otro, existe el riesgo y la posibilidad de la locura.

b. El hombre tiene la necesidad de trascender, que se puede lograr según Fromm de dos maneras: a través de la función biológica que permite gestar un nuevo ser y a través de la creación; sin embargo muchas veces se pretende trascender la vida a través de su opuesto, la destrucción.

“La destructividad, por decirlo así, es una potencialidad secundaria del hombre. Si no podemos afrontar la vida cuando tratamos de trascenderla destruyendo y, en el acto de destruir obtenemos superioridad sobre la vida” (Fromm; 1996: 96).

c. La identidad, por la que el individuo se siente vinculado a un grupo, tales como la comunidad o la familia; sin embargo muchos de estos lazos, son cada vez más frágiles y poco duraderos.

Es importante para mantener el vínculo dinámico del hombre con la sociedad, que el “ser humano” cumpla con las exigencias de la sociedad, pero también la sociedad debe edificarse para satisfacer las necesidades del hombre (Fromm; 1996: 101).

Fromm define a la “sociedad buena” como aquella que más se acerca a satisfacer las necesidades del hombre y la “sociedad mala” cuando esas necesidades humanas no son satisfechas (Fromm; 1996: 101).

Cuando el hombre se siente insatisfecho e inconforme con la sociedad, la sociedad tiene el riesgo de derrumbarse a menos que se apliquen a tiempo los correctivos necesarios para hacerla más acorde a las necesidades del ser humano. El hombre contemporáneo se percibe a sí mismo y a las personas de su entorno, de una manera similar a como las cosas son percibidas; es decir, se experimenta a sí mismo y a los “otros”: “como extraño”, y se transforman en un vínculo: “entre dos abstracciones, dos máquinas vivientes que se utilizan una a la otra” (Fromm, 1972: 26).

Es necesario para lograr la salud mental del individuo, que la sociedad donde se desenvuelve sea sana, que implica la superación de la hostilidad del hombre por el hombre, la capacidad de vivir pacíficamente y la adquisición de la productividad que significa: “la superación de las fases arcaicas del canibalismo y de la dependencia” (Fromm; 1994: 104).

Uno de los síntomas más importantes que señala Erich Fromm de la ausencia de salud mental de la sociedad contemporánea, es la falta de esperanza y que sería el origen de muchos de los males que la aquejan tales como: el alcoholismo, el homicidio, la agresividad, el suicidio, etc.

Los individuos sanos mentalmente serían para Fromm aquellos que tienen la capacidad de interesarse por la vida, y esta capacidad dependería para Fromm no sólo de factores individuales sino sociales, y es por eso que para abordar la salud mental no sólo es necesario la terapéutica individual, sino la reforma de las condiciones sociales que producen enfermedad mental. (Fromm, 1994: 120)

Una de las más perniciosas pasiones humanas que señala Eric Fromm y que es evidencia de la descomposición mental de la sociedad contemporánea es la tendencia del hombre de abusar de la superioridad de su fuerza y que empuja al individuo a aprovecharse del otro en su beneficio personal. Cuando el hombre deje de considerarse como una especie de objeto de consumo para sus congéneres más fuertes y opresores, podrá comenzar la sociedad auténticamente humana.

Una pregunta que considera Fromm como decisiva, en una sociedad caracterizada por el exterminio del hombre por el hombre y que es expresión de esa crisis de la salud mental que anteriormente se mencionaba, es si el hombre es: ¿Lobo o cordero?, y que se relaciona según el filósofo con lo que denomina el “Síndrome de decadencia” caracterizado por: amor a la muerte, narcisismo maligno y la fijación simbólico incestuosa. El necrófilo es atraído por la muerte y destrucción, con una obsesión patológica por la muerte y el poder, que según Fromm es la capacidad para convertir un hombre en cadáver (Fromm; 1992: 39).

“La persona necrófila es movida por el deseo de convertir lo orgánico en inorgánico, de mirar la vida mecánicamente, como si todas las personas vivientes fuesen cosas” (Fromm; 1992: 40)

Otra de las características de la sociedad contemporánea es la búsqueda de una felicidad sin límites, fundamentada en la trinidad: producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin restricciones, donde la ciudad del progreso sustituiría a la ciudad de Dios de San Agustín ( Fromm; 1998: 21); sin embargo, como lo señala Fromm, los resultados han sido diferentes debido a que la satisfacción de los deseos, no necesariamente se traduce en bienestar , y por el contrario generan angustia y ansiedad, debido a la existencia de infinitos objetos de deseo .

Fromm considera que la causa del fracaso de la gran promesa relacionada con el progreso , fueron las múltiples contradicciones del industrialismo que propugnaba como meta de vida una felicidad fundamentada en: el hedonismo, la posesión de bienes y en el egoísmo, debido a que una de las metas del hombre contemporáneo era poseer más, debido a que se consideraba que mientras más bienes se poseía, se adquiriría un mayor valor como persona; situación que se traduce en una competitividad e individualismo sin límites, que son perjudiciales al individuo y a la sociedad.

El hombre contemporáneo oscila entre el “ser” y el “tener”; sin embargo el ser humano como proyecto, debe estar orientado no sólo a la consecución de éxitos y triunfos en su vida personal y profesional, sino a la necesidad humana de interrelacionarse con el “otro”, no sólo de una manera pasiva y sin compromiso, sino de una manera activa fundamentada en un amor genuino, que trascienda y supere el egoísmo.

Fromm enfatiza en la necesidad de trascender una conducta que se ha transformado en una especie de regla o norma en el hombre contemporáneo, que es el egoísmo íntimamente ligado al ímpetu del hombre actual de poseer y tener.

“Para evitar este riesgo todo el mundo se adapta a la mayoría, que sólo tienen en común el antagonismo mutuo” (Fromm; 1998: 109).

El ímpetu de poseer y tener, que comenzó a hacerse más acentuado a partir del siglo XIX, degeneró en el carácter mercantilista del hombre del siglo XX, que transformó al ser humano en una especie de mercancía cuya meta era: “la adaptación completa, ser deseable en todas las condiciones del mercado de personalidades” (Fromm; 1998: 143).

Es necesario una nueva visión de mundo y de la sociedad, que debe comenzar desde el propio individuo, que trascienda su visión limitada y estrecha de considerarse como una especie de pieza de engranaje dentro de la sociedad, cuya función es producir y consumir y que considera al sentido de humanidad como secundario, en una sociedad signada por el individualismo y la competitividad.

BIBLIOGRAFÍA.

1. Fromm, Erich. (1972). La soledad del hombre. Caracas: Monte Ávila Editores.

2. Fromm, Erich. (1977). La revolución de la esperanza. México: Fondo de Cultura Económica.

3. Fromm, Erich. (1985). El amor a la vida. Barcelona: Editorial Paidos.

4. Fromm, Erich. (1987). Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica.

5. Fromm, Erich. (1991). El miedo a la libertad. Barcelona: Editorial Paidos.

6. Fromm, Erich. (1992). El corazón del hombre. México: Fondo de Cultura Económica Latinoamericana.

7. Fromm, Erich. (1994). La revolución de la esperanza. México: Fondo de Cultura Económica.

8 .Fromm, Erich. (1996). Espíritu y sociedad. Barcelona: Editorial Paidos.

9 .Fromm, Erich. (1998).Tener o ser? México: Fondo de Cultura Económica.

10. Fromm, Erich. (2004). Sobre la desobediencia. Barcelona: Editorial Paidos.

11. Fromm, Erich. (2004). Marx. México: Fondo de Cultura Económica